jueves, 21 de julio de 2011

Venganza (1955)

Los astutos, a la par que escasos, lectores de este blog habrán advertido que he cambiado el catalán por el castellano. Me parece lo más apropiado ya que, como sabéis, estoy de vacaciones en Vélez Blanco. Unas vacaciones estupendas en las que, como os decía, estoy revisando las dos primeras temporadas de Alfred Hitchcock presenta. Justamente hoy os quería hablar del capítulo primero, Venganza, posiblemente el mejor de los que Hichcock dirigió en esa temporada. Además de ver esta serie y alguna película releo: G. K. Chesterton y P. G. Wodehouse (cómo son los ingleses con esto de las iniciales). Borges hubiera podido decir el verano es un tiempo excelente para la relectura, más que para la lectura.
Permitidme, ahora, que os cuente lo que ayer me pasó con un libro. Después de salir de la biblioteca de Vélez Rubio, fui un momento al supermercado. Al salir, oí que una señoras daban voces llamando mi atención:
-¡Eh, caballero! ¡Que se le ha caído un libro!
-Sí. ¡Un libro! ¡Ja, ja, ja!
-¡Un libro! ¡Ja, ja!
Las señoras se lo pasaron estupendamente riéndose de aquel hecho pasmoso. ¿Qué hace ese individuo paseando libros por los supermercados? Raro, muy raro.
Bueno, tras alegrar el día a esas amables señoras que habían evitado la pérdida del libro y a las que guardo sincera gratitud, volví a Vélez Blanco. Allí el ataque de risa fue mío y consecuencia de un relato de Wodehouse, La universidad para perros de Ukridge. Reproduciré un fragmento:

-¿Quieres ganar una fortuna enorme?
-Claro.
-Pues entonces, escribe mi biografía. Ponla en papel y nos repartiremos los beneficios. He estado haciendo últimamente un pequeño estudio de lo que escribes, viejo jamelgo, y todo está mal. El problema contigo es que no te conectas con las fuentes de la naturaleza humana y todo eso. Te limitas a inventar una mala historia sobre esto o sobre lo otro, y la pones en solfa. Pero, si te dedicaras a mi vida, siempre tendrías algo valioso sobre lo que escribir. Hay montones de dinero en eso, muchacho..., derechos de publicación por entregas en Inglaterra y en América, derechos para libros, para la versión teatral, para el cine... Bueno, créeme si te digo que, tirando por lo bajo, sacaríamos como mínimo cincuenta mil libras de cada fuente.
-¿Tanto?
-Seguro. Y ahora escucha, chico. Te diré qué pienso. Eres un buen muchacho y llevamos años siendo amigos, así que te cederé mi parte en los derechos de publicación por entregas en Inglaterra por sólo cien libras.
-¿Qué te hace pensar que yo tengo cien libras?
-Bueno..., pues entonces te cederé mi participación en los derechos de publicación por entregas en Inglaterra y en América por cincuenta libras.
-Se te ha soltado el botón del cuello.
-¿Y qué tal si te lo cedo todo, todos mis condenados derechos, por sólo veinticinco libras?
-No me interesa, gracias.
-Pues, entonces, te diré lo que haremos, viejo jamelgo -concluyó Ukridge, inspirado-. Préstame media corona para ir tirando.

Vaya, se acabó el espacio. En un próximo post seguiré hablando de Alfred Hitchcock presenta. Y haced el favor de no ir perdiendo libros por el supermercado.

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